Una problemática presente en la educación es la creciente deserción escolar que se está produciendo entre los alumnos. Esta puede ser impulsada por múltiples factores, tanto personales como del entorno, pero muchos pueden ser prevenidos gracias a los profesores.

Los docentes tienen un rol clave en la educación y su labor no solo queda en poder enseñar contenido a sus alumnos. Es un trabajo mucho más complejo y un apoyo más importante de lo que se suele creer.

No se trata solo de pasar bien un contenido o materia, sino que también es prestar apoyo, cariño, demostrar preocupación y dar seguridad a los cientos de alumnos que ven durante la semana, debido a que cada niño y niña es una emoción y personalidad distinta.

Comenzar una clase con un “¿Cómo estás?” ya demuestra un grado de preocupación y es una forma diferente de comenzar el día.

Hoy más que nunca hay que valorar el rol del profesor, apoyarlo y darles las herramientas emocionalmente necesarias, porque son ellos quienes pueden detectar los problemas que aquejan a los estudiantes.

Un profesor no solo atiende dudas de contenido, sino que también escucha activamente sus consultas de la vida y los orienta en diversas materias. Les dan una opinión adulta, objetiva, pensando en su bienestar y que no los juzga, ayudando a que los niños no sientan que serán cuestionados.

Esa preocupación, esa conversación y esa relación es lo que hace que los estudiantes se sientan queridos, se sientan escuchados y se sientan parte de algo. Es así como se crea un vínculo a través de la figura del profesor que permite ayudar y orientar a los estudiantes para no llegar a puntos como la deserción escolar.

Son estas acciones las que permiten a los educadores poder subir las problemáticas que tienen sus alumnos a otros estamentos de los colegios – e incluso – sumar a los padres a problemáticas que muchas veces desconocen de sus hijos.

Cuidemos a nuestros profesores y profesoras, formémoslos en educación emocional para que ellos puedan seguir ayudando a los cientos de jóvenes que ven día a día. Que las enseñanzas no solo se midan en una nota, sino que se midan en la felicidad de nuestros estudiantes, docentes y de las familias.

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